Eduardo Abaroa

Miembro fundador del colectivo Temístocles 44, Eduardo Abaroa (México DF, 1968) se ha desempeñado no sólo en los campos de la escultura, la instalación y el arte de sitio específico (como pudo verse en las exposiciones Stonehenge sanitario y Destrucción total del Museo de Antropología), sino en la pedagogía (como lo ha mostrado al frente del programa académico de SOMA) y la escritura (Alias publicó Ensayos sobre el público, con el cual la editorial inauguró su colección “Antítesis”).

 

¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?

Generalmente juego con mi hijo, a veces toco la guitarra, leo un libro o veo una serie en la TV. Breaking Bad me parece excelente.

¿Qué palabra utilizas con más frecuencia?

Ya. Por ejemplo en: “ya, chamaco”, “ya terminé”, “ya casi”, “ya basta”, “ya la hicimos”…

¿Cuál fue el último libro que te resultó admirable?

No sé por qué pero el que más me conmovió fue un relato de Robert Louis Stevenson que se titula “Un alojamiento para la noche”.

¿Y película?

Kinoglanz y Las Canciones de Lenin, de Dziga Vértov. Son un misterio extraordinario. Pero si se trata de algo más reciente diría Kodak, de Tacita Dean.

¿Qué disciplinas artísticas te interesan además de la tuya?

La música, la literatura y el cine.

¿Qué música te conmueve?

Las obras de Conlon Nancarrow, Steve Reich, Dizzy Gillespie y Nina Simone. Así como la música wixárika y la de agrupaciones como Sonic Youth y Captain Beefheart and the Magic Band.

¿Qué te indigna?

Los cobardes que abusan de su poder o su dinero en lugar de construir situaciones que valgan la pena para ellos y para los demás.

¿Qué te alegra?

Mi hijo y mi mujer, mi disfuncional pasatiempo musical y mi trabajo, en ese orden.

¿Por cuál ciudad sientes debilidad?

Por Los Ángeles.

Menciona un momento del día que disfrutes particularmente.

Me gusta más la noche que el día.

¿Cómo descubriste tu vocación?

No la he descubierto, aún tengo tres o cuatro opciones.

¿Te identificas con algún personaje de la ficción?

Me considero un personaje de ficción.

Publicado en La Tempestad 88 (enero-febrero de 2013)

 

 

 

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