viernes, 12 de enero de 2018

Los glifos mayas del Metro Insurgentes

En 1969, como parte de la construcción de la primera línea del STC Metro de la Ciudad de México, se remodeló completamente uno de los principales nudos viales de la época. El cruce de las avenidas Insurgentes, Chapultepec, Oaxaca, Génova y Jalapa fue transformado en un nudo vial elevado que liberó un gran espacio para el usuario peatón. El proyecto de la Glorieta de Insurgentes estuvo a cargo del arquitecto Salvador Ortega; se trató de una reformulación de un proyecto anterior pensado por Mario Pani para el cruce de Reforma e Insurgentes, jamás ejecutado. El espacio liberado con la elevación de la nueva glorieta es interesante. El espacio subterráneo de la estación pareciera salir a la superficie, en un nivel medio entre el tren subterráneo y los coches elevados.

La estación en sí es un ejemplo destacado de un lenguaje brutalista incipiente en el país, con integración plástica que llama la atención por su discurso iconográfico, casi una calca del discurso de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, proyectada por Ricardo de Robina. La estación en sí representa la síntesis moderna entre el pasado prehispánico de México –en este caso representado por los relieves de glifos mayas en un medio círculo, el muro que delimita el límite oeste de la glorieta– y el periodo novohispano –presente a través de otros relieves en concreto que recuerdan a trabajos lapidarios de Puebla, en una muy directa referencia a la entrada de La Casa del Que Mató Al Animal, en la Angelópolis.

El muro de glifos mayas es tal vez uno de los elementos más interesantes de este espacio, por su construcción, sus elementos y su misma composición. Se trata de un muro curvo forrado de bloques vaciados en concreto, cada bloque contiene cuatro pictogramas mayas –a veces tres o dos, ya que existen pictogramas que abarcan dos cuadrantes–, éstos están inspirados en los tableros de glifos tallados en piedra de la cultura maya, más específicamente en los encontrados en la zona arqueológica de Palenque, incluidos los glifos de la Lápida de Pakal.

Algo que hay que recalcar es la gran combinación de estos glifos en cada uno de los bloques, son escasas las repeticiones y prácticamente no hay pictogramas iguales contiguos, habiendo muchísimas combinaciones de unos con otros en módulos de cuatro. Su forma cóncava podría hacer referencia al Muro Amarillo de Mathias Goeritz de 1964; la idea de envolver al espectador y hacerlo un usuario de la escultura está presente en toda la integración plástica de la estación.

La idea del muro de glifos mayas se retomaría pocos años después, en agosto de 1980 con la inauguración de la estación del metro Etiopía y su inigualable recubrimiento de ladrillos con relieves de leones.

Hoy la glorieta entera ha sido víctima de un atentado institucional, con fines electorales. Se han agregado locales comerciales innecesarios, farolas que interrumpen la visión y fuentes que más que adornar entorpecen la movilidad y continúan la obsesión de convertir cualquier espacio disponible en un balneario público improvisado.



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