A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Susana Vargas Cervantes, académica feminista.
¿Cómo empezó tu proceso creativo?
Siempre he tenido intereses muy definidos resultado de una serie de circunstancias. Las sexualidades periféricas, por ejemplo: cómo se entienden, cómo se procesan. Cualquier cosa que no sea la heterosexualidad masculina normativa puede ser peligrosa.
Cuando empecé a comprar números de la revista Alarma me di cuenta de que había fotografías de “mujercitos” posando; eso hizo corto circuito. Me intrigó que posaran en un país tan homófobo y transfóbico, revisé si eran fotografías esporádicas o si siempre eran mórbidas, crueles. Me gusta la historia, los archivos, más que los sujetos vivos; hacer conexiones históricas, políticas, filosóficas. La academia, donde me desenvuelvo, tiene un público tan selecto que puede llegar al clasismo, y yo no quiero que mis investigaciones se queden ahí. Trato de encontrar la manera de presentarla a otros públicos.
¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?
Mi identidad de género impacta definitivamente en la manera en la que trabajo y en la manera en que experimento y ocupo una posición de sujeto. Creo en la libertad de identificarme de diferente forma en diferentes contextos.
¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?
Sí, por ello busco que mi trabajo llegue al público general. Es más importante plantear preguntas y cuestionar que explicar las cosas.
¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?
En México la marcha gay surgió cuando un grupo de homosexuales apoyó el movimiento del 2 de octubre. Cuanta más represión, más resistencia. En ella podemos encontrar puntos de solidaridad con otras personas LGBT que, por el clasismo que divide a México, parecieran no tener nada en común. A nivel global estamos formando una solidaridad transnacional queer, que funciona como un término sombrilla. Nos identifiquemos o no, puede unirnos.
¿Qué recomiendas a la juventud?
Recomiendo que lean Why Be Happy When You Could Be Normal? (2011), de Jeanette Winterson y, claro, La historia de la sexualidad (1984), de Michel Foucault.
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