miércoles, 11 de octubre de 2017

Los rumbos del diseño mexicano

Este mes la Ciudad de México se enfoca en el diseño. A propósito del Abierto Mexicano de Diseño, que se realizará del 19 al 23 de octubre en diversas sedes del Centro Histórico, y del tema de portada de La Tempestad no. 127 (de próxima aparición), iniciamos una serie en la que diversas figuras del diseño en México opinan sobre el estado de la disciplina en el presente.

 

El conjunto de entrevistas inicia con la arquitecta Renata Becerril, maestra en diseño contemporáneo. Becerril, que trabajó en el Vitra Design Museum de Alemania, actualmente dirige el Abierto Mexicano de Diseño.

 

¿Consideras que el nivel de educación o la enseñanza de las distintas prácticas del diseño, en México, es más alto o más bajo que hace cinco años?

 

Definitivamente considero que el nivel en la educación va en ascenso. Sin embargo, creo que esto se debe en mayor medida a los profesores, más que a las instituciones. Éstas están montadas en un aparato que les impide dedicarse fielmente a la academia; a veces se trata de su pulsión por la visibilidad mediática, grotesca, otras evidencian un sistema vertical y burocrático, lo que las distrae de lo verdaderamente relevante.

 

Vemos cada vez más profesores no sólo mejor preparados por haber tenido una experiencia internacional académica o profesional, o con una trayectoria que puede ser corta, aunque contundente; su impulso por experimentar fuera de las instituciones, además, es lo que está formando generaciones más inquisitivas, propositivas e informadas.

 

¿Qué tan posible es, hoy, hablar de una industria de diseño mexicana?  (Una industria, por supuesto que tome en cuenta a las producciones y los creadores locales)

 

Hay una creciente y visible industria de diseño mexicana con características particulares, alejadas del concepto colectivo de industria; aquí la cadena productiva se reduce al propio diseñador, es casi una regresión —no por esto es un retroceso— a la manera de operar de los artesanos antes de la Revolución Industrial. En esta cadena participan creadores y productores locales. En muchos casos los mismos diseñadores se vuelven mercadólogos, vendedores, administradores, proveedores, community managers y, en suma, todos los actores involucrados en el proceso de comercialización.

 

Otra particularidad de esta industria en México es lo que he llamado diseñadores-editores, diseñadores que cada vez más trabajan de manera colectiva, que se unen para compartir el espacio de trabajo, el showroom, el taller, incluso comparten proveedores. Ellos mismos editan a los otros. Así han surgido estudios como Tuux con Emiliano Godoy a la cabeza del equipo, La Metropolitana con Mauricio Guerrero, Taller Nacional con Luis David Arredondo, Hecho y Derecho, etc.

 

En México, el diseño industrial y textil profesional vive un complicado romance laboral y creativo con las tradiciones artesanales. Desde tu punto de vista, ¿cómo calificas la salud actual de esta relación? Los buenos y los malos momentos.

 

En los últimos años hemos visto un furor por la tradición: diseñadores trabajando con ella, curadores exhibiéndola, revistas poniéndola en discusión, tiendas con productos alusivos a ella y gente portando estas creaciones. Considero que es una manera de reaccionar al interés internacional por lo mexicano, no es una réplica para entendernos colectivamente, sino para responder a los otros, a los extranjeros, y comunicarles quiénes somos. Las respuestas han caído en la nostalgia y el folclor, el entendimiento no ha sido profundo y las respuestas tampoco.

 

Desde 2009, la industria editorial vive en crisis: las revistas de papel viven una vida precaria, en una economía frágil; mientras que las publicaciones digitales carecen de rigor periodístico y de reflexiones profundas. En el país, las revistas enfocadas en diseño son pocas; si bien nunca han abundado, entre 2012 y 2014 podíamos contar con un par de títulos más que hoy. ¿Podrías describir el panorama editorial ante el que estamos parados, para las revistas –impresas y digitales– mexicanas?

 

Considero que el problema no está en el medio sino en el contenido. No creo que sea una problemática el que disminuyan las revistas impresas y crezcan las publicaciones digitales, al contrario, la información se democratiza. Veo dos problemas: los salarios que se pagan a los creadores de contenido y la relevancia de éste en los medios.

 

¿Cuáles son las plataformas de exhibición y los escaparates de venta con las que cuentan los productores y los consumidores de diseño en México?, ¿seguimos concentrados en circuitos locales? ¿Se ha conseguido ensanchar la entrada a los circuitos internacionales o extranjeros?

 

La oferta en México ha crecido, pero esto no significa que esté llegando a un público más amplio, seguimos centralizados en las zonas predecibles de la ciudad. A nivel nacional hay ejemplos aislados, en el ámbito internacional hay algunos muy puntuales. En suma, no hemos logrado consolidar una cultura de diseño nacional; internacionalmente no hemos creado una masa crítica que permita expandir la percepción del diseño mexicano hacia algo de calidad y actualidad.

 

Hace unos años el diseño joven, o emergente, se caracterizó por su inclinación hacia las prácticas sociales, el diálogo, los eventos públicos y la asimilación de un idioma diseñístico global. Hoy, ¿cómo describirías al diseño joven?

 

Considero que justo está alejándose de la posibilidad de esa descripción, sobre todo hablando de disciplinas y campos de acción. Los diseñadores jóvenes se redefinen en cada proyecto, brincan de una disciplina a otra, cambian de escala sin temor y el trabajo colaborativo es un modo de operación común.



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