lunes, 16 de abril de 2018

Felipe Polleri

La singular obra de Felipe Pollieri (Montevideo, 1953), a pesar de ser celebrada en Sudamérica, es poco conocida en nuestro país. “En Uruguay no importan los escritores: importan los jugadores de fútbol”, ha señalado el autor de obras narrativas como La inocencia (2008), una mordaz crítica al escritor burgués, o Gran ensayo sobre Baudelaire (2007), publicada en México por Eros, donde se regocija en la figura del escritor perseguido.  Entre sus títulos también se encuentran Los sillones marchitos (2012) y ¡Alemania, Alemania! (2013).

¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?

Estar con mis hijos. Abrazar a Laura. Ver amigos.

¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?

Amor o mierda, según el caso.

¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?

El libro uruguayo de los muertos, de Mario Bellatin.

¿Y película?

Mouchette, de Robert Bresson.

¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?

La pintura, la escultura, el cine, la música “inculta”. Pero ¿soporto a Bach? Un rato.

¿Qué música la conmueve?

El tango. El soul. El flamenco. Las rancheras de José Alfredo Jiménez.

¿Qué le indigna?

La injusticia quemante de la que nos obligan a ser cómplices. La gente durmiendo en la calle. Los niños muriendo de hambre. La hipocresía de éste y la traición de aquél.

¿Qué la alegra?

Las sonrisas de mis hijos, de Laura, de mis amigos. La “alegría estética” frente a un libro, un cuadro, una canción.

¿Por cuál ciudad siente debilidad?

Mi experiencia en otras ciudades es tan escasa que no llegué a sentir debilidad por ninguna.

Mencione un momento del día que disfrute particularmente.

Es un largo momento y se llama Laura.

¿Cómo descubrió su vocación?

A los 12 o 13 años leí Oliver Twist del señor Dickens y resolví hacer los mismo que el visionario caballero.

¿Se identifica con algún personaje de la ficción?

Con los villanos.

Publicado originalmente en La Tempestad 95 (marzo – abril del 2014)



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