La Organización para la Democratización de las Artes Visuales (ODBK) participará en un evento satélite durante la próxima edición de la Bienal de Venecia, en 2019, con un proyecto de espíritu activista que, en principio, resultará en la creación de un “Pabellón democrático”. Tanto la ODBK como el pabellón tienen en su origen la trayectoria artística de David Hinojosa, quien desde hace años y desde Berlín, ha desarrollado proyectos que han cuestionado la manera en que opera el mundo del arte contemporáneo de cara al mercado. Como se explicó en un comunicado de prensa, el proyecto “representa una protesta en contra de la monopolización y la centralización del poder y la necesidad de sistemas políticos y económicos democráticos reales en nuestra sociedad para la justa distribución del dinero y el poder”.
LA ODBK ha creado un sistema con el que se aspira a regular la manera en que se valora el arte, a partir de grandes cantidades de información recabadas de tres grupos: el ámbito institucional, el ámbito artístico y los amantes del arte (la convocatoria para participar en el pabellón, que puede consultarse aquí, está dirigida no sólo a artistas, sino a curadores, críticos y espectadores). Con la información recabada a través de la ODBK se creará una Comisión de Regulación del Mercado del Arte (AMARC), en la que se definirán no sólo mínimos sino máximos valorativos a partir de una fórmula desarrollada por Hinojosa. Se trata de un esfuerzo interesante que parece esquivar las trampas de cierto entramado teórico que ha tendido a justificar la especulación y la corrupción que opera en varios ámbitos del mundo del arte contemporáneo. Al mismo tiempo, su núcleo se remonta a otros proyectos de Hinojosa, como Stockartist, además de enfrentarse a una contradicción típica del sistema: parece que uno de los problemas del mundo del arte actual es, precisamente, un exceso de democratización en las artes (o una estetización de la democracia). En términos más generales, se refleja el estado de las supuestas democracias avanzadas, que no son regidas por principios democráticos sino capitalistas.
“El término democracia es muy amplio”, concede Hinojosa, “hay muchas variables. En el mundo del arte me parece que el término ha sido mal entendido: la gente piensa que cualquier arte puede exponerse donde sea o que cualquier persona puede ser artista. Es un término que ha sido demasiado vinculado con el neoliberalismo. Yo trabajo específicamente con la democracia en dos variantes: respecto a la importancia de quién define lo que es un artista, así como el valor económico de las obras. Esos son los dos aspectos que me interesa democratizar pues son en los que hay más control, especialmente desde los coleccionistas y los curadores. Además, es donde parece haber más malos entendidos. Cualquier espectador que asiste a un museo, tal vez sin saber nada de arte contemporáneo, dará por sentado el estatus de un artista por el simple hecho de estar exhibido. Rara vez el público se pregunta qué hay detrás de esa exposición, en la que puede haber manipulaciones de distinto tipo, incluyendo favoritismos. En el valor de las obras ocurre algo similar. Es sabido que el gobierno chino, por poner un ejemplo, exhibe la obra de algunos artistas fuera de su país o las compra a través de particulares para especular con el valor económico de las obras. Lo preocupante es que este sistema corrupto a futuro definirá lo que es el arte: lo que hoy se escribe en torno a él, y lo que exhibe, terminarán por marcar estéticas”.
Si un régimen político y económico global injiere en las estéticas que se desarrollan, ¿un esfuerzo activista conduciría a nuevas formas? Stockartist a menudo resultó en la creación de múltiples para que pudieran venderse piezas de una misma obra. Formalmente, ¿puede anticiparse que un arte democratizado produzca formas específicas? “Cuando le propuse este proyecto de acciones a otros artistas salieron ideas y proyectos muy interesantes, que podrían ser consideradas como nuevas estéticas. No podría hacer una generalización o definirla, pero sí hay un concepto base, un modelo económico, sobre la que se sustenta toda la diversidad de obras. Estoy intentando acotarlo. Es a partir de esas restricciones que los artistas se obligan a buscar nuevas formas de trabajo. Una de las características, en efecto, es que a partir de lo producido pudieran comprarse tres, cuatro, cinco o cien piezas de una misma obra, manteniendo una especie de unidad entre ellas”.
Aunque de espíritu activista y crítico, el Pabellón Democrático aprovechará algunas de las herramientas ya implantadas en el mundo del arte contemporáneo, como si en efecto no existiera un “afuera” del mundo del arte o el mercado que ha creado. Hinojosa ha partido de una convicción: la trasgresión en el arte sólo puede hacerse desde una inestabilidad en su mercado. “Mi objetivo principal es que el proyecto sea aceptado por el mercado del arte actual. Un error entre artistas que han buscado democratizar las artes es que sólo lo critican desde un supuesto afuera, pero al final también esas obras se exhiben y terminan vendiéndose, o subastándose: son absorbidas sin fricción. Mi intención, en cambio, es que esto explote dentro del mercado, como si se tratara de un virus. Busco una contaminación del mercado a partir de este modelo. En el momento en que se acepte cómo funciona el pabellón –donde sólo se exhibirán obras elegidas por el AMARC– tal vez se comience a perder algo del control de distintas instituciones especuladoras”.
La convocatoria para participar en el pabellón cerrará el próximo 30 de abril, aunque la fecha podría extenderse.
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