Con la publicación de La madrugada (Acqua), en 2015, Luciana Jury confirmó su compromiso con el cancionero latinoamericano: la cantante argentina revisita temas del compositor venezolano Simón Díaz o el trío ecuatoriano Los Embajadores, reconfigurados por la peculiar coloratura de su voz. Su carrera, iniciada en 200 con el álbum Maldita huella, a dueto con Carlos Moscardini incluye, sin embargo, sólo músicas regionales (cuecas, tonadas o boleros) sino que explora también la obra de autores como Luis Alberto Spinetta. Conforma, así, un mosaico renovador.
¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre?
Comer helado.
¿Qué palabra utilizas con más frecuencia?
Libertad.
¿Cuál fue el último libro que te resultó admirable?
El glorioso velorio de la Juana Pájaro (2013), de mi padre Zuhair Jury.
¿Y película?
Hace mucho que no veo nuevo cine.
¿Qué disciplinas artísticas te interesan además de la tuya?
La pintura. Y las nuevas formas de improvisación dentro del canto y del decir.
¿Qué música te conmueve?
La que refleje un universo sonoro colectivo y profundo.
¿Qué te indigna?
La falta de solidaridad con el otro.
¿Qué te alegra?
Encontrar hermanos del alma por el mundo.
¿Por cuál ciudad sientes debilidad?
Por Buenos Aires, con todo lo bueno y lo malo que tienen todas las ciudades del mundo.
Menciona un momento del día que disfrutes particularmente.
La noche para desvelos creativos y el mediodía para contemplar la vida en plena luz.
¿Cómo descubriste tu vocación?
Desde niña supe que iba a hacer algo con las manos, el cuerpo y la voz. Lo demás fue un largo proceso para admitir mi sueño y hacer algo con eso.
¿Te identificas con algún personaje de la ficción?
Con Dory, de la película Buscando a Nemo.
Publicado en La Tempestad 110 (mayo de 2016)
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