A cuatro décadas de la primera Marcha del Orgullo LGBT +, presentamos esta reunión de testimonios, realizada en colaboración con Anal Magazine. Esta serie, que inició en La Tempestad 135 (junio de 2018), ofrece un mosaico que aspira a expresar la diversidad sexual-creativa mexicana. El conjunto de textos, que consta de cuarenta voces, agrupa no sólo a artistas y diseñadores, sino también gestores culturales, curadores, editores y personas del mundo de las ideas. La serie continúa con Claudio Hernández Hernández, restaurador de arte contemporáneo.
¿Cómo empezó tu proceso creativo?
Desde muy chico me interesaron la historia y el arte. Un tío, que es restaurador de pintura mural, y una tía que es artista me influenciaron. Además mi abuelo era diseñador textil y lo veía cuando hacía sus diseños, bocetos y patrones. En un inicio dudé en estudiar arte. Decidí tener una perspectiva más amplia para reconocer y trabajar en la conservación de la integridad de las obras de arte. ¿Por qué no cuidar lo que ya tiene un valor y trabajar para ello?
Mientras estudiaba restauración conocí a Tercerunquinto, un colectivo de artistas vinculados al arte conceptual. Su obra me planteó la posibilidad de que también el arte reciente merece ser conservado. Eso me abrió las puertas al arte contemporáneo. Ellos me presentaron a dos curadores: Príamo Lozada y Olivier Debroise. El trabajo de ambos marcó mi vocación. No había nadie trabajando conservación de arte contemporáneo y eso me hizo reflexionar sobre la exhibición y sobre cómo se podía trabajar la preservación del mismo.
¿Tu preferencia sexual tiene relación con tu creatividad?
Yo creo que sí aporta mucha sensibilidad. Veo la restauración como un privilegio, como la capacidad de desarrollar una idea, plasmarla y desnudar hasta cierto punto la personalidad del artista. Tanto Lozada como Debroise, ambos homosexuales, eran muy apasionados y cultos. En ese momento no existía una formación para ser historiador de arte ni curador pero los dos sabían mucho de cine, de literatura. Cuando le preguntabas a Olivier qué había estudiado él decía “pues todo y nada, porque no acabé ninguna carrera”. Los dos fallecieron pero sus proyectos trascienden hasta nuestros días y eso influyó mucho en mi quehacer.
¿Tu práctica se vincula con movimientos sociales?
Sí. Los movimientos sociales determinan cómo se produce en una época, qué cuestionamientos se tienen que resolver, qué tipo de materiales se están utilizando. Todo eso es un reflejo de cómo se está entiendo lo que se quiere preservar en el futuro. En el MUAC hay un fondo reciente que se llama Movimientos sociales, que es un reflejo de cómo la sociedad ha estado tratando de crear una memoria o de producir cosas que están respondiendo a los cambios sociales recientes. El fondo tiene apartados de género, de investigación y activismo acerca del vih/sida y también de la comunidad LGBT. Todo eso está presente y si el museo no hubiera tenido el interés de preservarlo, se podría perder. Ese es el problema del arte contemporáneo, como lo tenemos muy a la mano no consideramos que sea digno de conservarse. Tiene mucha importancia este fondo para preservar lo que está ocurriendo.
¿Cómo observas el futuro de la diversidad sexual en México?
Quizá es muy simbólico, pero estoy involucrado con Anal Magazine. Es una revista que habla de la masculinidad y además del impreso presenta proyectos expositivos, eventos, fiestas. Es un proyecto que me interesa porque sé que tiene una aportación que está trascendiendo.
Este es un buen momento porque hay varios logros históricos. Al pensar en cómo vivíamos en los ochenta, en los noventa y cómo se vive ahora, hay un cambio bastante grande. Pienso que no se debe dar marcha atrás, no hay que retroceder, sino seguir luchando por todo lo obtenido. Yo veo a los jóvenes en las escuelas y en la calle y es muy diferente de lo que nos tocó vivir a otros. Considero que vamos por un camino correcto. Me gusta la noción de que se puede contribuir a la idea del patrimonio vivo y que él mismo se está construyendo.
¿Qué recomiendas a la juventud?
Personajes y sus biografías. David Alfaro Siqueiros y Tina Modotti, por ejemplo, tenían un gran compromiso con sus causas sociales y eso muchas veces trascendió a su práctica artística. Ambos fueron a la guerra, tenían ideales y ésa era una razón muy importante para ser parte de una sociedad. Recomiendo, también, el libro Re-collection: Art, New Media and Social Memory (2014), de Richard Rinehart y Jon Ippolito, que habla de cómo a través de las prácticas sociales se puede resignificar un patrimonio y de la forma en que una comunidad se lo puede apropiar. Y esto no sólo se aplica al arte contemporáneo sino a todo tipo de manifestaciones.
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