Tras el incómodo e inquietante final de la tercera temporada de Twin Peaks, el evento televisivo más significativo de fechas recientes, nos vemos obligados a preguntarnos si vale la pena ver algo en las pantallas domésticas. Aunque las series sobran, hay cierta dificultad para dar con auténticos eventos culturales.
Una promesa se alcanza a ver en el horizonte –o, con mayor precisión, en otro canal. Aunque los suscriptores del servicio de transmisión bajo demanda de HBO ya pudieron ver el capítulo piloto, el próximo 10 de septiembre se estrena oficialmente la primera temporada de The Deuce (2017- ). La serie fue creada por el escritor de novelas de crimen George Pelecanos y por David Simon. La dupla, como muchos televidentes recordarán, es conocida por series de referencia como The Wire (2002-2008), que dio un vistazo panorámico al mundo del narcomenudeo en Baltimore: a lo largo de la serie, el retrato polifónico iba de las trincheras de los policías y criminales, hasta la percepción que se tenía del submundo en el periodismo (donde, a su vez, se cometen otros crímenes); pasando también por el impacto que tiene el crimen organizado en el sistema educativo.
La misma estrategia, de aspiraciones sociológicas, llevaron a Pelecanos y a Simon a explorar la importancia de la vida cultural (la limitada academia, el desesperado activismo, la gastronomía y, especialmente, la música) para la vida urbana. Así, Treme (2010-2013) retrató panorámicamente a una ciudad en crisis (Nueva Orleáns, tras Katrina) y su esfuerzo por reconstruirse a través de sus raíces. De manera más contenida, Simon (sin Pelecanos pero en compañía de William F. Zorzi, a partir de la investigación de Lisa Belkin y con la dirección de Paul Haggis) dio un vistazo a las dificultades de la integración racial en la vivienda social, con la miniserie Show Me a Hero (ver La Tempestad 104).
Este año Simon y Pelecanos vuelven con una serie de largo aliento con miras a retratar la prostitución, la pornografía y sus roces con el mundo del crimen en el Nueva York de los setenta y principios de los ochenta (el eslogan de la serie reza: “Alguna vez en América el placer fue un negocio”). ¿De largo aliento? Siempre y cuando sobreviva a su primera temporada de ocho capítulos y se encuentre a la altura de las expectativas. No se olvide: el año pasado Vynil (también ambientada en el sucio Nueva York de los setenta), con un presupuesto de 100 millones de dólares y un equipo creativo que contaba con Martin Scorsese, Mick Jagger y Terence Winter, no logró convertirse en la digna sucesora de Los Soprano ni Boardwalk Empire.
Pero David Simon, a diferencia de Winter (quien llevó a la pantalla al “hombre difícil” canónico, Tony Soprano), está menos interesado en las aventuras escandalosas de un grupo de hombres (llamativamente, la mitad de los capítulos de la serie los dirigen mujeres) que en crear –como ya se dijo– retratos sistémicos e inmersivos de espíritu periodístico. Ello no significa, claro, que en los relatos de Simon y Pelecanos no haya personajes entrañables (¿podemos olvidar a Jimmy McNulty, a Omar Little?) y en The Deuce ya se perfilan tres: la prostituta Candy (Maggie Gyllenhall) y los gemelos Vincent y Frankie Martino (interpretados por el omnipresente James Franco). Ante la proliferación de productos televisivos que venden nostalgia por los ochenta (como si se tratara de una década mágica y sin fricciones) un retorno al espíritu de Taxi Driver (1976) y Boogie Nights (1997) podría ser refrescante.
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