Originaria de Suiza, pero parte de la escena neoyorkina desde 1998, la pianista y compositora Sylvie Courvoisier ha colaborado con músicos como John Zorn, Ikue Mori o Fred Frith, entre muchos otros. Heredera de las mejores lecciones de Cecil Taylor –en su energía, sus cortes abruptos de ritmo o su tempo truncado–, ha grabado siete álbumes como líder: el más reciente, Double Windsor (2014), publicado por Tzadik, y el más destacado, la placa doble Abaton (2003), publicada por ECM.
¿Qué le gusta hacer en su tiempo libre?
Estar con mis amigos, jugar con mi gato, nadar, cocinar, escuchar música, leer, dormir, ver películas…
¿Qué palabra utiliza con más frecuencia?
Sí.
¿Cuál fue el último libro que le resultó admirable?
Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa.
¿Y película?
El nuevo documental de Wim Wenders, La sal de la tierra. Soy adicta a series como Breaking Bad, Better Call Saul, Top of the Lake y Hit & Miss.
¿Qué disciplinas artísticas le interesan además de la suya?
La literatura, la danza y las artes visuales.
¿Qué música la conmueve?
La de Iggy Azalea, Cecil Taylor, György Ligeti, Dmitri Shostakóvich, Ahmad Jamal, Ígor Stravinski, Carla Bley, Miles Davis, Serge Gainsbourg, John Zorn, George Crumb, Olivier Messiaen…
¿Qué le indigna?
La indiferencia y la falta de empatía.
¿Qué la alegra?
Ver a personas felices o sonriendo. Trabajar en mi música. Escuchar buenos conciertos.
¿Por cuál ciudad siente debilidad?
Por la Ciudad de México y por Nueva York.
Mencione un momento del día que disfrute particularmente.
Las tardes.
¿Cómo descubrió su vocación?
Ocurrió cuando era pequeña, tenía ocho años.
¿Se identifica con algún personaje de la ficción?
No.
Publicado originalmente en La Tempestad 130 (julio – agosto del 2015)
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