martes, 3 de abril de 2018

La materia no sea crea ni se destruye

Autoconstrucción, el proyecto de arte de Abraham Cruzvillegas, está formado por tres moléculas principales: el residuo y la memoria, la comunidad y el sexo y, finalmente, la cogedera y el amor.  A partir de las mutaciones de estas moléculas primordiales es que el artista ha realizado obras como Autoconstrucción (2009), video en el que aparecen parejas cogiendo en un cuarto de azotea; la obra de teatro Autoconstrucción (2010), que hizo en colaboración con Antonio Castro y Antonio Fernández Ros; el diálogo a dos pantallas, producido en 2009, entre Ángeles Fuentes y Rogelio Cruzvillegas, sus padres; la mega escultura pública temporal Empty Lot (2015), en la Turbine Hall de la Tate Modern; la escultura pública Autodestrucción 2 (2013), que se exhibió en El Eco; los collages escultóricos románticos de Autoconcanción (2016); y, más recientemente, Autorreconstrucción, que comprende instalaciones escultóricas que hospedan las intervenciones de otros artistas invitados por él.

Autoconstruirse no ha significado masturbarse, o al menos no a solas. Hay una potencia sexual –que no erótica, en tanto que no es narcisista– en los trabajos medulares de Cruzvillegas: se trata de la continuidad de lo vivo. Y el descaro del nudista. La materia, según Lomonósov y también Lavoisier, no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Siguiendo esa idea la obra de Cruzvillegas es una misma obra de la que vamos viendo, a través de los años, distintos momentos o evoluciones.

Uno de esos momentos se acaba de ver en el Parque Fundidora de Monterrey. Durante las semanas de venta de arte (antes y durante MACO), en febrero, el Conarte hizo pública Reconstrucción: una escultura sonora o más bien un sonido escultórico: un silbato monumental. Comisionado por el Conarte Monterrey para hacer una nueva escultura en el parque, Cruzvillegas decidió lanzar una convocatoria local para crear un grupo colaborativo y proyectar la pieza. Después de algunas sesiones de trabajo, que incluyeron entrevistas con visitantes del parque y ex trabajadores de la mítica fundidora regia, así como elucubraciones propias del artista, surgió el silbato de 25 metros de altura.

El silbato de Reconstrucción incide en la memoria colectiva de los habitantes cercanos al parque. Según los relatos, el viejo silbato de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, no solamente marcó, de 1900 a 1986, la hora de entrada, del almuerzo y de salida de los trabajadores, sino que aquel bramido de vapor se transformó en una especie de reloj social y emocional que preparaba a las familias para recibir a sus padres o establecer las horas de encuentro de parejas de novios y otras tantas actividades que se hacen en la ciudad. Ahora el silbato original está silenciado en el museo de sitio. De ahí que los catorce colaboradores del proyecto, y Abraham, haya reconstruido aquella memoria afectiva con la escultura vertical.

El Parque Fundidora paró su producción acerera en 1986. Cayó en bancarrota. El espacio laboral se transformó en espacio para el ocio. Seguramente esta transformación no sea tan simple y otros proyectos artísticos deban profundizar en las fricciones entre estos dos simbolismos dentro de un espacio tan importante para el crecimiento de la industria mexicana.

     

Reconstrucción, que se sitúa en la explanada de la escuela Adolfo Prieto, es la primera escultura pública permanente de Abraham Cruzvillegas. Se hizo en colaboración con Adrián Dávila, Alma Nelly Silva Vanegas, Amelia Carmen Loyola, Anllelica Pérez Salinas, Elías Juárez Kury, Fernanda Villarreal, Fernando Fuentes García, Guillermo Aguilar Huerta, José Ibarra Hernández, Luis Frías Leal, Mario Gildardo García, Nancy Guzmán Rodríguez, Yasodari Sánchez, y el Patronato de Arte Contemporáneo (PAC).



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