¿Una novela? ¿Un lamento autobiográfico? El libro de Wolfgang Hermann (Bregenz, Alemania, 1961) no parece haberse originado a la sombra de una pregunta de ese tipo -¿qué escribir, bajo qué forma, cómo decirlo?- sino por una experiencia auténtica que, por sí sola, invita a contarse de cierto modo. Se trata, sí, de un testimonio verdadero. Aunque Hermann posee una formación académica y es autor de una serie de títulos, Despedida que no cesa se trata de un libro producto de una realidad innegable: a esta persona le ocurrió algo. ¿Pero qué? Una mañana, Hermann descubre que su hijo adolescente ha muerto en su sueño. ¿Por qué o cómo ocurre algo así? ¿Y es posible la vida para un padre después de ello? Es, evidentemente, una tragedia, pero también es cierto que a pesar de las tragedias la vida continúa. Ese desequilibro, la vulgaridad de la vida cotidiana que se enfrenta a un suceso aparentemente inconmensurable, exige una forma de escribir. En este caso, el resultado es un relato fiel a la experiencia (a veces intolerable, la prosa clara en este caso inevitablemente causa conmoción) que, con todo, tiene la elegancia de respetar algunas convenciones de la novela. Pues, debe decirse, Despedida que no cesa también puede leerse como si nos permitiéramos pasar el rato con una ficción: la información, como si fuera una obra de suspenso, se va entregando estratégicamente; hay pasajes que funcionan como bien elegidos flashbacks; en otros momentos la voz que narra nos permite un atisbo a las reflexiones de lo que la muerte permite aprender; se respeta, en todo caso, el tema.
Acotada, la narración no parece tener una ambición más grande que contar lo que ha pasado. Y sí, es suficiente, pues realmente da cuenta de un momento extraño en que la vida es algo más que tedio, responsabilidad o alegrías; donde la vida, en cercanía con sus abismos, cobra por sí misma importancia. Es difícil, descubre el lector, no ser lírico cuando se aborda el dolor ajeno, y por ello llama aún más la atención la capacidad de Hermann para ofrecer un relato contenido que no evade los abismos de la experiencia por la que ha pasado. A riesgo de minimizarlo, llama la atención la curiosa hermandad que este testimonio tiene con otros títulos publicados por la editorial Periférica que también han puesto su atención en distintos tipos de duelos, como ocurre en Muerte de un silencio (de Clémence Boulouque) o en varios títulos de Valérie Mréjen.
Dos subrayados: Hermann trae a cuento el relato de Job (que, como Roth señaló en su novela homónima, contiene el riesgo de hacer del corazón una piedra) sino la obra de Robert Walser, quien sin ser del todo irónico ni del todo desesperado, expresó en su obra una levedad que vive en una paradójica vecindad con la desesperación. Ciertamente Hermann no logra ese extraño encuentro, pero es suficiente invocarlo para llamar la atención al logro más o menos terapéutico que una elegía puede conseguir.
Wolfgang Hermann, Despedida que no cesa, Periférica, 2016
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