Bas Jan Ader fue un artista que dedicó toda su obra a reafirmar cierta condición del espíritu humano a través de la caída. Literalmente practicó (y filmó) los momentos en que su cuerpo caía. Llevó también este ejercicio hacia ciertos objetos. La idea de caer (y su puesta en práctica) podría tomarse seriamente como una metáfora del fracaso y, viniendo de un artista de origen holandés asentado en Los Ángeles en los años setenta, bien podría tomarse como el traslado de la tradición romántica hasta alguno de los suburbios de esa ciudad californiana. Anotemos algunas escenas: Bas Jan Ader rodando por el tejado de una casa hasta caer al suelo o colgando de un árbol hasta que los brazos ceden para caer al río; cayendo a un río intencionalmente al desviar la dirección de la bicicleta en la que va montado o entrando al mar pedaleando con fuerza; realizando un movimiento pendular mientras hace una pieza donde cita a Mondrian, el estirado cuerpo del artista caerá en algún momento. Si literalmente cae, tenemos que algunas caídas suceden de manera mucho más afectiva que física, y llevan a una caída existencial, a referirse a una fuerza que se pierde en busca de lo milagroso.
Julien Devaux (Bruselas, 1975) decidió tomar estos referentes para articular una serie de piezas (acciones) durante una estancia en Casa Wabi, en Oaxaca. Digamos que decidió sumarse a una práctica que en el arte contemporáneo es mucho más que una manera de realizar una cita o referenciar ciertas maneras de comportarse. Se suma a quienes asumen la historia del arte como un contenido que hay que filtrar desde la práctica misma y, desde ahí, posicionar una serie de enunciados. Devaux, afortunadamente, lo hace con un sentido del humor que resulta bastante refrescante si consideramos la solemnidad del arte, donde todo dispositivo es político o de denuncia o de reafirmación gastada de cierta defensa de algo. Recordando algunos de los momentos en que la intersección arte-crítica ha sido contundente, bien vale la pena colocar a la ironía y el humor como instrumentos más complejos, pues desde ahí se desestabilizan ciertas maneras de hacer y se confrontan mecanismos desgastados y obsoletos en los comportamientos del arte contemporáneo. Como espacio de pensamiento crítico, podría mirarse el acento irónico de Devaux como una primera nota en una revisión puntual al respecto, preguntarnos quiénes y qué están aportando a ese comportamiento crítico.
Into (into the void – into the pool – into the pit), 2016. A lo largo de veintiún minutos Devaux plantea una serie de acciones en una pieza de video en tres canales. En los tres casos la cámara se ha fijado y el encuadre es determinado por el paisaje, su arquitectura y su geometría. Corre cámara y hay que esperar a que algo suceda; incluso cuando ya está sucediendo algo sabemos que no ha pasado nada, aún. El absurdo se ha activado y Devaux realiza una tarea repetitiva: construirá una “cama” de colchonetas que (ya lo sabemos) permitirá que su caída sea en blandito. Un salto a la Yves Klein que ya vimos en otra imagen fotográfica en la misma exposición. Esperamos para atestiguar la caída que sucederá en unos segundos. Cae. Vuelve a caer al entrar a una piscina en bicicleta (a diferencia de Bas Jan Ader él sale del agua y se aleja tranquilo). Unos trabajadores construyen un arco de madera; terminado el arco Devaux entra en escena, se cuelga del travesaño y vuelve a caer; desaparece de cuadro.
Para la ejecución de la pieza titulada El náufrago (2016) Devaux decidió jugar con la relación entre la imagen fija y la imagen en movimiento para articular un relato que describe a un hombre (el mismo artista) trepando a una balsa improvisada con bambú , cuyo esfuerzo físico será intentar navegar evitando la caída, cosa que se logra sin demasiada resistencia del mar, que golpea con cierta intensidad.
Subiendo a la sala principal de la galería Proyecto Paralelo uno puede tener el punto de vista de las piezas que componen esta exposición. Tener ese punto de vista es fundamental, pues logran observarse las caídas e intentos de estabilidad del artista donde, me parece, deja ver con claridad dos cosas. La primera es que procede de una tradición donde el surrealismo dejó de visualizarse como una manera crítica de estar en el mundo. La segunda, y quizá la más importante, es que Julien Devaux fue capaz de hacer de la caída un regreso a esa línea donde el arte es algo que sucede (como acto) pero nos hace intuir que también es otra cosa cuando entra en el cuerpo como experiencia. En ese sentido, la caída (como en Bas Jan Ader) no es una metáfora del ser que cae sino del sujeto que se construye en el acto de caer, que sabe que está cayendo (y desde ahí se instaura en sí mismo –con una buena sonrisa y sin drama).
from La Tempestad http://ift.tt/2w4j6c8
via IFTTT Fuente: Revista La Tempestad
No hay comentarios:
Publicar un comentario